
Abismo Oscuro

Presentación:
Mi nombre es Abaddon, y fui uno de los más amados hijos del Creador, pero como muchos de mis hermanos, caí en desgracia ante sus ojos.
He pasado miles de años en el Abismo, donde, junto con los otros príncipes, hemos gobernado, aplastando a todo aquel que no nos reverenciara y se postrará ante nosotros.
Soy conocido como El Destructor, el Rey del Abismo, porque controlo la grieta por la que mis hermanos cruzan para llegar al otro lado del Velo. Pero hace algunos años, fui yo quien lo cruzó, dejando a mi lugarteniente al cargo de impedir que nadie usara la Grieta sin su consentimiento o el mío.
Porque tengo que vengarme de alguien que hace tiempo ya cruzó.
Llegue a este mundo el 31 de marzo de 1995 en Corpus Christi, Texas, en el cuerpo de una mujer recién asesinada en el motel Days Inn, de la misma ciudad, por su ayudante y presidenta del club de fans.
Llegue justo a tiempo para impedir que su cuerpo sufriera deterioro suficiente para ser inservible, pero tuve que mantenerlo a fuerza de mi poder durante las horas de su autopsia.
Tras las exequias, y abusando de nuevo del mismo, logre salir de la tumba y volver a colocar todo en su lugar.
Porque yo soy el Rey del Abismo sin fondo.
Soy Abaddon, el Destructor. Y estoy a la caza de un traidor.
Crónica Primera, La Posesión:
[IR. IC][Abaddon – Selena Quintanillas][Azote de la Casa del Mar]{Localización: Corpus Christi, Texas. Hora: 17 Zulú. 28 de Marzo de 1995}[Escena Primera.]
Tristeza, Soledad, Esperanza, son demonios que viven entre nosotros, alimentándose de nuestras almas sin que os deis cuenta. ¿Por qué nos sentimos heridos ante lo que, consultado ya con la almohada, nos parece trivial y sin fundamento?
La Tristeza es un demonio que va al acecho del ingenuo y el bondadoso, se ceba en sus corazones grandes y jugosos, secándolos, haciéndolos llorar.
La Soledad, compañera de la tristeza, otro demonio es, que nos hace vernos solos mientras rodeados de multitudes estamos.
Pero quizás, el peor de todos, es el demonio que llamamos Esperanza, porque nos hace esperar, esperar por lo que no llega. La cura a una enfermedad, el amor correspondido, la confianza en el amigo, al amante lejano... Y al final, nos seca el alma, porque olvidamos que los demás también son humanos, y lo que ellos esperan, también los deja esperando...
Solo hay una cura para sanar de esos demonios.
Ten FE.
Fe en que tus amigos no te dañan queriendo, que tu amante no te deja solo por mala voluntad, que tus familiares no te abandonan por falta de cariño.
Fe, y nada más. Ten Fe en mí.
Aquellas palabras tan poéticas fue lo que oyó Yolanda Saldívar aquella mañana, mientras se probaba el diminuto colgante en forma de lágrima que había encontrado en un joyero expuesto en la tienda de antigüedades que estaba visitando con su admirada y querida amiga, Selena Quintanillas.
Era un pequeño colgante, realizado en alpaca y con un trozo de cristal azul engarzado en el centro, con una cadena a juego, y sin mayor valor que el de uno o dos dólares, cantidad que llevaba en su bolsillo.
Selena en cambio, estaba comprando una exquisita lámpara para el nuevo apartamento que había comprado en la ciudad, para irse a vivir con su marido y compañero de “los Dinos”, Chris Pérez.
Inmediatamente que tuvo el colgante tocando su piel, una extraña sensación la invadió y Yolanda empezó a escuchar una voz insidiosa en su cabeza que la animaba a terminar con la cantante.
“Ella es la causa que tú no puedas tener todo lo que deseas.”
Atrapado en aquel trozo de cristal, Abadón se despertó al notar el calor de una piel humana y uso su Saber de la Humanidad para manipular a la portadora para que se lo pusiera y la incito a sentir envidia, celos, y sobre todo, una gran sed de venganza, contra la que ella luchó con ahínco durante tres días, los mismos que según la biblia, Jesús permaneció en el Abismo para pagar las culpas de los humanos, aunque Abaddon jamás había visto a un hombre, vivo o muerto, en aquella desolación maldita, llena de criaturas retorcidas y salvajes, que una vez llamo hermanos…
Día y noche susurro en su mente, hasta que, finalmente, una estúpida discusión entre ellas le dio la capacidad de apoderarse de la voluntad de Yolanda, acababa de ser despedida, y en su furia, con un solo susurro, le liberó.
-- Debería haber tenido Fe en él.
Todo el control humano se desvaneció al tiempo que Abaddon introducía la mano en el bolso de Yolanda, donde descansaba una Cold calibre 22, que empuño y disparó, acertando a Selena en plena espalda y perforando la arteria braquial y provocando una hemorragia que llevaría a Selena a la muerte.
Abaddon quería la libertad y la sangre, junto con el sentimiento de culpa de Yolanda y el de traición de Selena, le abrieron las puertas de su minúscula jaula, envolviendo en segundos a la cantante mientras corría por los pasillos del hotel hasta recepción.
Pero era demasiado tarde. Dueño por fin de un cuerpo, dejo marchar el alma humana y tomo posesión de ella a las 12:55 pm del día 31 de Marzo.
Lo peor vendría después, ya que al ser un crimen, el cuerpo fue llevado a la sala del forense, un hombre joven y desgarbado de unos venti y pocos años, más interesado en terminar rápido con el cuerpo de la estrella y poder quitarse de en medio a que le hicieran famoso los reporteros por una extravagante autopsia, que era lo que iba a tener. Aunque el Saber del Despertar se ocuparía de todo.
Abaddon dejo que desnudaran y lavaran su cuerpo con agua fría, sin siquiera un estremecimiento, antes de comenzar la sanación del cuerpo y devolverle a la vida ~Saber de la Carne~. Porque lo cierto era que Selena no había muerto realmente, ya que con el Saber de la Carne, había detenido el corazón, llevando al cuerpo a una estasis inducida, una especie de coma más profundo del conocido por la humanidad, pero practicada por especies más simples, como la rana toro.
Eran las 15 horas cuando pulso se aceleró y envió un chorro de sangre a su cerebro, sus pulmones se contrajeron completamente antes de aspirar con fuerza la primera bocanada de aire en horas. Abrió lentamente los ojos que habían cambiado del habitual tono marrón dorado de Selena a un tono marrón rojizo, ojos que observaron al forense que, de espaldas a ella, guardaba la bala extraída para el juicio de Yolanda.
Incorporándose lentamente en la mesa de autopsias para quedar sentada, Abaddon coloco su mano izquierda en el borde y giro en el lugar, dejando caer suavemente y sin ruido las piernas. Con la derecha, apoyada en su regazo, acarició su vientre antes de deslizarla hasta el frío metal y, empujando hacia abajo, se deslizó al suelo, colocando paralelamente los pies a la distancia de un paso, manteniendo el equilibrio. No podía matarlo, lo tenía claro, la memoria de Selena le decía que si lo mataba, todos se alarmarían por qué ella habría desaparecido, en su lugar, debería usar el Saber del Resplandor para ganarse el corazón de aquel mortal y que le obedeciera, falsificando el resultado y colocando otro cuerpo en el ataúd designado.
Abaddon hizo sonar el instrumental al darle un manotazo a la bandeja y el forense se giró en su lugar, con ojos cansados, que se abrieron con temor, mientras su tez se volvía de un insano blanquecino.
—Permíteme calmar tus miedos, mortal… —Susurro Abaddon, al tiempo que el oscuro cabello de Selena se aclaraba hasta un blanco puro y sus rasgos se volvían elficos ~Saber de la Carne~. —Soy Abaddon, un ángel de tu creador, y estoy aquí en una misión importante…
Lamentablemente, no pudo continuar con su discurso, porque el débil humano se desmayó en el suelo, quedando completamente inconsciente. Con una mueca sarcástica, pasó por encima de él, con toda su divina desnudez, al tiempo que variaba el largo y espesor de su cabello y su altura.
Minutos después salía del hospital a plena luz del sol, vestida con un uniforme de quirófano y unas sandalias robadas. Miró al cielo y sonrió de nuevo, esta vez con una dulzura que quien la vio, se detuvo para observar.
[IR. IC][Abaddon – Selena Quintanillas][Azote de la Casa del Mar]{Localización: Corpus Christi, Texas. Hora: 19:45 Zulú. 31 de Marzo de 1995} [Escena segunda.]
Caminó desde el hospital general hasta la primera avenida usando su capacidad empática ~Saber de la Humanidad~ como si fueran largos y delgados tentáculos que rozaban a todo aquel que caminaba en su dirección o a su lado. Haber estado durante algunos años como encadenado le había dado la Fe que necesitaba para esta nueva incursión.
Pero ahora, por fin libre, tenía que descubrir que le proporcionaría más poder. Estaba recabando suficiente información sobre los miedos y necesidades comunitarios para poder hacerse dueño de la ciudad entera. No se necesitaba mucho, solo un alma atormentada que le sirviera de cabeza de turco, y todos aullarían su nombre antes de que llegasen los calores del verano.
Caminar era un ejercicio sano, pero cansaba, y para estar en Marzo, a aquellas horas de la noche, hacia frio para estar apenas con aquel uniforme desechable de quirófano.
Una pequeña multitud caminaba hacia una carpa colocada en un descampado entre grandes edificios, más parecía a una carpa de circo que algo que le fuera a servir, pero la curiosidad era grande, así como la sed de poder. Se unió a la larga cola y entró bajo la despectiva mirada de las matronas y las ávidas miradas de los hombres. Los ignoró. Selena era hermosa, pero ahora lo era más aún.
Sentándose en una de las múltiples sillas de madera plegables que había bajo la carpa, Lena observó el pequeño escenario, donde un pequeño hombrecillo ajustaba su micrófono, vestido con un traje chaqueta marrón, camisa blanca y corbatín rojo. Llevaba zapatos de cuero barato y sudaba profusamente, secando la humedad que brillaba en su calva incipiente, con un blanco pañuelo de tela. Un teclado, a manos de un jovencito de quince años, se hallaba detrás de él, preparándose para añadir el toque musical a su actuación.
Observando a la multitud, muchos enfermos y minusválidos se sentaban a un lado, casi como si estuvieran siendo castigados por los demás, ya que mucha gente procuraba sentarse lo más lejos posible de paralíticos, gente con manchas en la cara tan grandes que parecían hematomas que ocupaban toda su cabeza, y deformaciones faciales y físicas varias.
Lena escarbo en la memoria heredada, donde se hallaban todos los recuerdos de su anfitriona y descubrió algunos de los nombres que se daban a aquellas enfermedades degenerativas, que solían ser más carne de quirófano que enfermedades contagiosas.
El aburrido sermón que les dio el pastor se animó casi al final, cuando un par de hombres subieron a lo que parecía una anciana con bastón.
“Farsantes…” Pensó, mientras una idea surgida de su más profunda consciencia.
Levantándose de su asiento cuando la “buena señora” soltó su bastón y se puso a bailar como si en vez de ochenta años, tuviera tan solo veintidós. Caminó hacia el escenario con paso firme y seguro, mientras emitía un suave brillo a su alrededor ~Saber del Resplandor~ que silenció a los creyentes de aquel farsante que se hacía llamar a sí mismo, hijo de Dios.
Con su pelo rubio, que crecía a cada paso hasta alcanzar la altura de su estrecha cintura y con una falsa cara de bondad, Abaddon ascendió al escenario en mitad de un silencio sepulcral.
Susurrando, ya que no le hacía falta gritar en el silencio, y enviando el suave sonido a cada oído atento a él, su voz sonó como un trueno en el lugar.
Lena D’Abyss: —Josué, pequeño escandaloso, tu padre está orgulloso de ti, y por ello, me manda para ayudar en tu causa.
Josué, el pequeño hombrecillo calvo, abrió los ojos como platos al ver la hermosa aparición que había subido a su escenario. Incrédulo, pero incapaz de desvelarse a sí mismo, ya que Lena había silenciado su voz ~Saber de la Humanidad~, se arrodilló ante la aparición del ángel que había estado llamando a voz en grito durante media hora, para la multitud reunida.
LDA: —Vosotros, desconsolados, sentid el amor del Creador, levantaos y cantad, pues hoy es el gran día del Milagro.
Usando su luz, baño a los enfermos, los cuales, comenzaron a incorporarse y cantar, bailar, mientras sus dolencias remitían ~Saber de la Carne~.
La algarabía resultante llenó a Abaddon como si hubiese comido una cena de seis platos, café y postre. Sonriendo, se llevó a Josué a un aparte, el cual la miraba con adoración.
J: — ¿Eres realmente un ángel?
LDA: -- Soy aquella que te trae la luz, Josué, para que creas y para que extiendas la palabra. Soy tu guía y tu protector, y he venido para ayudarte, como ya dije. Cree en mí y el mundo se postrará a tus pies.
Y extendiendo la mano, Lena esperó a que Josué le diera la suya para poder encadenarlo a ella.
